Tras el cansancio acumulado durante el día anterior, se hace necesaria una mañana relajada, que transcurre plácidamente en el Parque de María Cristina. Allí, acompañados de las melodías interpretadas por la banda de música en su tradicional concierto, los chiquillos disfrutan nuevamente corriendo delante de los cabezudos y sus varas de mimbre. Mientras tanto, los mayores se preparan para el encierro, comentando la estampa de los toros, el lugar desde donde los correrán este año... matando en fin el gusanillo que les empieza a recorrer el estómago y que no les dejará parar hasta que no vean a los animales doblar la esquina en veloz carrera.
Aunque el encierro empieza a las seis y media, nadie aguanta en casa hasta esa hora: "hay que ver el ambiente". es que el encierro de Brihuega, declarado "Fiesta de interés turístico provincial", reúne en el pueblo tal cantidad de gente, que sus calles y plazas parecen incapaces de contenerlas. A eso de las seis, en medio del griterío se oyen unos golpes de bombo, y al instante se empiezan a escuchar las notas del pasodoble "Sangre torera", una especie d ehimno para los brihuegos, que lo conocen comúnmente como el "Parapachumba".
Con el "parapachumba" como única pieza en su repertorio, la banda de música se dirige desde el Parque de María Cristina hasta el Coso, y junto a ella todo el mundo, abrazado, saltando y cantando sin parar la supuesta letra del pasodoble: "parapachumba, pará, parabapachumba". Se conforma así otra de las escenas de mayor emoción para los brihuegos, que si en lo religioso darían lo que fuera por no perderse la Procesión de su Virgen, en lo festivo se dejarían cortar una mano antes que faltar al "Parapachumba", nombre con el que ha quedado popularmente bautizado este recorrido.
Cuando la comitiva llega a la Plaza del Coso y la banda acaba de tocar por enésima vez el ya citado pasodoble, llega el momento de la verdad: tras el estampido de tres cohetes, los toros salen a la calle y comienza el encierro, uno de los más antiguos y originales de España.
Pese a su denominación, se trata en realidad de un "desencierro", en el que los animales, tras recorrer las calles del pueblo se encaminan al campo, donde pasarán toda la tarde, para ser recogidos en un paraje cercano, en torno al anochecer, esperando su regreso a Brihuega. Durante estas horas, la emoción preside el ambiente, y raro es el año en que algún toro, pese a los esfuerzos de los vaqueros, no acaba volviendo sobre sus pasos para entrar nuevamente al pueblo. Los más animosos, por su parte, procuran seguir a los toros en su recorrido por el campo, aprovechando cualquier olivo o almendro para librarse de sus acometidas. |