El origen de esta peculiar procesión religiosa se remonta a plena Edad Media, cuando se produce la aparición de la Virgen de la Peña a la joven infanta Elima, hija del rey moro de Toledo al-Mamún. Cuenta la leyenda que, una vez izada la imagen de la Virgen desde la oquedad en que fue encontrada, los fieles acudieron en procesión hasta una ermita situada a unos cuatro kilómetros del pueblo. En sus manos portaban unos hachones de cera, de los que no se consumió ni una gota durante el recorrido.
En recuerdo de este hecho que la tradición presenta como milagroso, en la tarde del 14 de agosto se celebra una procesión que recorre las calles del pueblo acompañada por la comparsa de gigantes y cabezudos, propiedad de la Cofradía de la Virgen de la Peña.
La presencia de los cabezudos, que con sus varas de mimbre corren tras chicos y grandes, hace de esta procesión el festejo favorito de la chiquillería, que toma con sus gritos y careras las calles de la villa durante toda la tarde. |